Buscar este blog

ANÉCDOTAS DE UN MAESTRO

BENUZA: La goma de Mario

Mario era un niño rubio de unos 6 años; cada pequeño regaño que le hacía, siempre me amenazaba diciendo:” Voy ir por la escopeta de mi tío Vicente y mátote” . Cierto día, no sé cómo fue posible, introdujo en la nariz una goma de milán; el caso es que la nariz le empezó a cambiar de color motivo a la dilatación. En el pueblo no había ni médico ni practicante. El nerviosismo se empezó a apoderar de mí, al ver al niño que no paraba de llorar; aquello no era normal. La goma no salía ni de bromas. Dentro de mi nerviosismo pasó rápidamente por mi cabeza una idea: le tapé la boca y el otro orificio nasal. Mario, ante le necesidad de respirar, pegó tal estornudo narizudo que la goma salió como una bala, junto con ella todos los mocos que se habían acumulado y que fueron a parar a mis manos y a mi cara.

BENUZA: La posesión del maestro de Silván

En los Ayuntamientos existía la Junta Municipal de Enseñanza. Yo era el secretario. Cierto día de Septiembre del 63. Se abre la puerta de la escuela y un hombre pregunta:” Chaval, ¿dónde está el maestro?” y yo, con sentido del humor, le respondo: “ No lo sé, marchó hace un momento y me dejó a mí de encargado”. Pegó un portazo y marchó alAyuntamiento a preguntar por el maestro. Amador, el secretario, con sentido de humor cabreirés, le pregunta: ¿Quién estaba en la escuela?, “un chico rubio”, contestó el maestro," pues ese era el maestro", le replicó Amador. Yo tenía 20 años recién cumplidos. Regresó el maestro a la escuela y, sin pronunciar palabra, le firmé la toma de posesión. Después sí, nos reímos un rato, tomamos café en el bar del fotógrafo Vicente y le di el gran susto al indicarle dónde estaba Silván. Tres horas caminando por un camino de cabras.


PARADELA DEL RIO: las chicas de la playa

D.Serafín era el Sr. Cura de Paradela del Río. Un cura con unas características muy particulares, tanto en su manera de ser, como en su manera de hablar. D. Serafín vivía en Toral e iba a Paradela todos los días a decir misa. Para ello pasaba por el puente de la vía y cruzaba por el túnel. Decía saber muy bien el horario de los trenes. Los jueves aprovechaba para ir a la escuela y dar catequesis a todos los alumnos, incluido al maestro. Ocurría esto en el mes de junio de 1965. A Toral, todos los domingos, desde Ponferrada, bajaban, en un tren especial que solo funcionaba los domingos, montones de bañistas, chicos y chicas, a la playa del río Burbia. D. Serafín, desde el puente del ferrocarril, veía y contemplaba los bañistas en trajes de baño totalmente increibles para él.
Todo ésto le llevó a la siguiente reflexión que comunicó a los niños de la siguiente forma: “ El otro día pasaba por el puente de la vía y vi un montón de demonios bañándose en el río, si a vosotros se os acerca alguno de esos diablos, no lo penséis, los apartáis pegándoles un fuerte hostión”.
Quiero dejar claro que D. Serafín era así, sin dejar de ser un sacerdote bonachón, alegre, chistoso y que cumplía al cien por cien sus deberes religiosos.

VILLAVERDE DE LA ABADÍA: El Rancho de Carson Citty

Corría el curso 66/67. Estaba de maestro en Villaverde de la Abadía. A la escuela acudían unos 30/35 niños; sólo niños; todavía no existía la coeducación. Su gran afición eran las películas del oeste, películas que conocían de oído ya que los televisores apenas existían y, de tarde en tarde, sus padres, que no disponían de mucho tiempo para ello, ya que tenían que atender los animales, principal riqueza del pueblo, los llevaban al cine de Villadepalos o Dehesas. La falta de imágenes la suplían con mucha imaginación. Ellos construían con madera sus rifles y pistolas.
Con el fin de hacerlos protagonistas y que se convencieran de que aquellas películas eran producto de la ficción, nunca de la realidad, se me ocurrió hacer en 8 mm, una película del oeste, con voz en cinta magnetofónica que alguna vez no coincidía con la imagen. A las cinco de la tarde, después de terminadas las clases, todos y todas, íbamos a orillas del río Sil y allí, con mucha alegría e imaginación, íbamos gastando carretes, en blanco y negro, no había dinero para comprarlos en color, la cámara nos la había prestado un amigo de Carracedo. Indios por una parte, vaqueros por otra, peleas, tratados, hogueras, bailes. Había también chico y chica.
La película, que duraba unos 70 minutos, tenía un final feliz con la retirada de los indios, al morir su jefe, y la unión del chico con la chica. Posiblemente sea un documento único por ser la primera película que, con argumento, se realiza en el Bierzo. La película todavía se conserva en buen estado; también está en DVD. Por aprovechar todo el carrete y, dado que había que darle vuelta a medio carrete, no se podía evitar que entrara un poco de luz y quedarán pequeños espacios en blanco. En ella se han inmortalizado todos los niños y niñas que en el 1967 tenían alrededor de 12 años y que ahora, algunos ya fallecidos, andan por los 50. A todos los guardo en mi recuerdo con gran cariño.

VILLAVERDE DE LA ABADÍA: Las porretas de Felipe

Felipe era, ya ha fallecido, un buen hombre, agricultor y ganadero. Como todos los vecinos, todos los años, recogía las semillas de los mejores frutos para preparar los semilleros del año siguiente. Para hacer el de las cebollas dejaba, entre las dedicadas a su consumo, unas pocas sin arrancar con el fin de que se salieran y, al final de una larga porreta, naciera una vistosa bola-flor, de la que se extraería la semilla para generar nuevas plantas.
Antonio e Ismael eran dos buenos estudiantes, pero un poco trastos. Con el fin de hacer unas trompetillas con las citadas porretas, no lo dudaron, pasaron por la huerta de Felipe, las cortaron y aparecieron, al día siguiente, muy contentos, tocando los instrumentos musicales que habían construido con la caña de las cebollas. Estábamos en clase. De repente, apareció Felipe, razonablemente enfadado. La bronca que me echó fue morrocotuda. Su bronca se fundaba, aparte del asunto de las cebollas, en la poca educación que los maestros dábamos a los niños, bronca que yo transmití a los alumnos. Pasado el episodio, Felipe, que era vecino de mis suegros, y yo, seguimos con la amistad de siempre.

VILLAVERDE DE LA ABADÍA: El abonado del alma

D. Germán era el sacerdote de Villaverde y Villadepalos. Seguidor del A. de Bilbao. Desde mi punto de vista fue un gran sacerdote, muy amigo de hacer favores. Parece ser que hizo muchos. Era un sacerdote que llevaba dentro de sí la religión a lo máximo. Para él no había situación intermedia en cuanto a la manera de entender la religión, o eras católico al cien por cien o eras un ateo. D. Germán, más que un cura de pueblo, parecía el canónigo de una catedral por su porte, su tamaño y la manera elegante de llevar la sotana.
Lo malo de D. Germán, siempre desde mi punto de vista, eran algunos de sus sermones. Empezaban muy bien y, poco a poco, iba subiendo de tono hasta terminar echándonos unas monumentales broncas a los que estábamos en la iglesia, que éramos los que menos culpa teníamos.
A partir del mes de marzo iba a la escuela para explicar la catequesis a los alumnos y al maestro. Uno de esos días explicaba a los niños cómo había que abonar el alma. Para ello hacía un símil con la agricultura diciendo que las plantas había que abonarlas con abonos minerales, sulfatos, regar, quitar malas hierbas, etc. De una manera parecida había que hacerlo con el alma, abonándola con oraciones, acudiendo a misa, rezando el rosario, amando al prójimo y un montón de cosas más. De repente pregunta:
¿ Con qué otra cosa creéis vosotros que se puede abonar el alma? Antonio, que era su sacristán, y tenía más confianza con él, no dudó en levantar la mano y contestar:
- ¡Con estiércol!
D. Germán , al principio, se puso serio, quedó en silencio y terminó con una carcajada.

MIS RECUERDOS DE FILIEL

Llegué a Filiel en septiembre del 1967, bonito pueblo situado en la falda del Teleno, a orillas del río Duerna, con 24 años, mujer embarazada y un hijo de 20 meses. Recuerdo que nos estaban esperando Dª Angeles, maestra, y su hija Angelines. Estrenamos casa, pequeña y cómoda para aquellos tiempos, con un pequeño defecto, el fregadero no tenía desagüe. Recuerdo que, casi al momento, fue Amable a solucionar el problema.
Al día siguiente apareció por casa un señor alto, delgado, el Sr. Ricardo, Se presentó y me invitó a visitar el pueblo. Paseamos por las calles, visitamos las huertas, fuimos hasta la iglesia, a las Eras, subimos al Piñeo, desde este, mientras contemplábamos la panorámica total del pueblo, a la vista de un estanque, me explicó el sistema hidráulico que llevaba el agua al pueblo y a las fincas.
No me olvidaré nunca de las atenciones que el pueblo tuvo con nosotros, creo que durante el primer día la mayor parte de la gente del pueblo pasó a saludarnos ¡como han cambiado los tiempos! Tengo que darles las gracias por aquellas cestas, hechas a mano, que, cargadas de productos del huerto, llegaban a casa de una forma casi diaria y que cubrían la mayor parte de las necesidades familiares.
Recuerdo con cariño a todo el pueblo, pero hay cuatro personas, fallecidas ya, que por su manera de ser, merecen una mención especial:

MAXIMILIANO SAMPEDRO.- En su tienda de ultramarinos había casi de todo. Si alguna cosa no tenía, rápidamente, la solicitaba. Disponía de un pequeño habitáculo, donde se jugaba la partida. En aquella sala yo recibía las “mayores broncas” por las malas jugadas que hacía. Era Maximiliano un hombre parecido a D. Quijote, alto y enjuto pero atento y educado al cien por cien. Era además el corresponsal del pueblo. Con él vivía una señora, llamada Sabina, que nunca supe el parentesco que tenía con él.

GENEROSO.- Solo y sin familia, totalmente contrario, en su físico, a Maximiliano. Era un hombre pequeño, con gafas, creo que un poquito cojo y casi siempre con gorra y madreñas y con un peculiar sentido del humor. Muchas veces me senté, junto a él, a orillas del fuego de suelo. No tenía cocina económica. De una viga, en la cubierta de la casa, colgaba una gramalleira de hierro de la que pendía un pote, en el que hacía la comida. En esa especie de pequeño serao, me contaba las aventuras de su vida, yo las escuchaba con máxima atención. Un día me explicaba Generoso que tenía 24 camisas y que, de tarde en tarde, venía una hermana que tenía, creo que por Zamora, y se las lavaba. Nunca supe el parentesco que tenía con la gente de Filiel.

BONIFACIO.- El hombre de la sonrisa contínua. Una bella persona, siempre dispuesto a hacer favores. Recuerdo de él sus historias, un poco exageradas. Cuando iba de pesca, me decía que él no necesitaba cestilla para meter las truchas, ya que estas, muchas veces, no cabían. Tampoco se me olvidan las aventuras, algunas de ellas no contables, que le ocurrieron cuando estuvo trabajando en Alemania. Todavía le estoy agradecido por haberme dejado una máquina de escribir, todo un lujo en aquellos tiempos, para cumplimentar unos documentos escolares.
Los dos teníamos que haber ofrecido un ramo a San Antonio ya que este, estoy seguro, nos salvó de morir juntos. En uno de los fines de semana en los que yo venía al Bierzo a ver a mi mujer, mi hijo y mi hija recién nacida, Bonifacio me pidió que lo trajera, en mi 600, hasta Bembibre. Naturalmente le contesté que sí. El viaje de ida fue estupendo, Bonifacio continuó contándome sus aventuras en Alemania, aventuras que ni el mismo creía. El de vuelta pudo ser trágico. Al llegar a girar en el puente de Boisán, de madera en aquellos tiempos, debido a la fuerte helada y a mi poca experiencia como conductor, el coche, en vez de dirigirse al puente, se dirigió al río. Los frenos no obedecían. Si obedecieron cuando las ruedas delanteras pisaron las vigas, que no estaban heladas y sobresalían del puente. Quedó pues la mitad del coche volando encima del puente, sujeto por las vigas. Bonifacio y yo, durante unos segundos, quedamos petrificados, amarillos, mudos y acojonados. Vueltos en si y recuperadas las fuerzas, como pudimos, bajamos del coche y lo colocamos en el camino. Continuamos viaje a Filiel yo, temblando y Bonifacio, asustado. No recuerdo si Bonifacio volvió a montar conmigo en el coche.

ANTONIO BENEITEZ.- Vivía frente a la tienda de Maximiliano, muy cerca de la escuela. Era alto, delgado y casi siempre apoyado a un bastón. Rondaría ya los 80 años. Su conversación era .suelta y agradable. Muchísimas veces me invitaba a tomar café a su casa. Para llegar al comedor, que era largo, había que subir una escalera de madera. Mientras tomábamos el café casero me contaba cosas de su familia, principalmente de sus hijos. Me invitaba a que, cuando pasara por Astorga, visitara a su hija, creo que se llamaba Encarna, y le comprara alguna cosa en su tienda “Ultramarinos Benéitez”. A cambió yo le tenía que contar cosas del Bierzo, que el escuchaba con la máxima atención. Es de la única persona mayor que tengo una imagen viviente. Se trata de una película, en 8 mm, donde aparece, junto a otros vecinos de Filiel, saludando con los brazos extendidos, caminando por el camino a la entrada de Filiel, frente a los Matos. El trozo de película aparece en una página de Filiel.

Quiero seguir contando y dejar escritas algunas de las muchas anécdotas que me ocurrieron en el bonito pueblo de Filiel.
La caída de Amable .- En las Eras todos los domingos se juntaba la mayor parte de la gente del pueblo. Mientras unos paseaban, otros jugábamos al fútbol, yo no era buen jugador pero me entretenía. Jugábamos los mayores contra los mas pequeños. Nos ganaban siempre. Amable, alto y delgado, jugaba contra los pequeños. El límite del campo era la presa y un montón de piedras a lo largo de la misma. No se como ocurrió, no había árbitro, el caso es que Amable, después de hacer un extraordinario regate, cayó, todo a lo largo, encima de las piedras y tuvo que dejar de jugar. Al día siguiente, como se encontraba peor, me pidió que, en mi 600, lo llevara a Tabuyo del Monte, donde había un compostor que decían era muy bueno por haberse preparado en Alemania. Era un hombre alto y fuerte. Colocó a Amable, en un patio, en una posición que el consideró oportuna. Le pegó tal tirón que Amable cayó desmayado, al tiempo que el compostor exclamaba: “ahora ya puedo curarle”. Yo, medio mareado, salí de aquel patio, me senté en una piedra que había en el campo, que limitaba con su casa. Poco a poco me fui recuperando. Yo nunca creí en los compostores pero, desde aquel día, empecé a tenerles cierto respeto ya que, al poco rato sale Amable, un poco mareado, pero completamente curado. Alguien podría decir que se había realizado un milagro.

Las mollejas del Sr. Agustín.- Era un día de matanza. El Sr. Agustín nos invitó a D.Pedro, el sacerdote, y a mi a comer unos filietes de lomo asados a la brasa. Aceptamos la invitación y en su casa nos presentamos. No estaría bien que no hubiéramos aceptado, eran otros tiempos. Al entrar en la bodega, llena de carne por todas partes, D.Pedro, que había estado en Cabeza de Campo y conocía muy bien las costumbres bercianas, vio que encima de un montón de carne había dos grandes mollejas. Le preguntó al Sr. Agustín que iban hacer con las mollejas. Contestó que tirárselas a los perros. ¡D. Antonio, vaya por la bota! Casi me vocea el cura. Sabía D. Pedro que yo tenía buen vino y que, de vez en cuando, lo bebía por una bota. Asamos, en las brasas, aquellas mollejas y, ante el asombro del Sr. Agustín y familia, fuimos comiéndolas, bastante manchadas de ceniza, encima de un trozo de pan. Aunque veían la satisfacción con la que estábamos comiendo, no quisieron probar. Supongo que, 40 años después, habrán cambiado de opinión.

Las truchas de Cesáreo.- Un domingo de primavera del año 68, Cesáreo nos invitó al Padre Gerardo de Filiel y al que suscribe a dar un paseo por la montaña para pescar unas truchas, en los pequeños arroyos que bajan del Teleno. Llevaba Cesáreo una bolsa de plástico con algo dentro y una caña de pescar. Al llegar a un remanso del arroyo, de cuyo nombre no me acuerdo, nos dijo Cesáreo que nos sentáramos, mientras el iba a tirar la caña un poco mas arriba y necesitaba silencio. Pasados unos minutos el padre Gerardo y yo, profanos en el arte de pescar, quedamos perplejos al observar que, por el arroyo, bajaban las truchas un tanto anestesiadas. Cogimos, cada uno, un par de quilos y, encantados, regresamos para casa. ¿Qué llevaría Cesáreo en su bolsa de plástico? Le pregunté y me contestó que nada.

Pepe, el zapatero.- Vivía Pepe al lado de la escuela y, al lado de su vivienda, tenía la zapatería. En la zapatería tenía una estufa que era parte de un misil de los que lanzaba el Cuartel de Artillería Lanzacohetes de Astorga. Siempre estaba encendida y al rojo. Después de clase yo pasaba muchos ratos con él, hablando de muchas cosas. Un día me dio un gran susto, estábamos hablando y, de repente, se cayó un tanto mareado. Se recuperó rápidamente. Luego me enteré que no estaba muy bien. Tendría Pepe unos 50 años, hablábamos un día de los problemas de la gente mayor y me soltó una frase que nunca olvidaré:” Es que aquí los mozos somos asi”. Quedé preocupado por que yo, con 24 años, ya era un hombre viejo. La palabra mozo estaba unida a la palabra soltero. Lo miré en el diccionario de la Real Academia Española y, me di cuenta, que Pepe tenía razón. Mozo es sinónimo de soltero.

Los filetes de Celia y Domingo.- Como la mayoría de los vecinos Domingo y Celia me invitaron, el día de la matanza, a degustar los productos de sus cerdos. No lo pensé y aparecí en su casa. Creo que se alegraron. Celia preparó la sartén. La puso encima del fuego, que ardía en el suelo, y empezó a freír filetes. Comí uno, dos, tres,……Yo no quería mas pero Celia replicaba “como somos pobres no quiere hacernos gastos”. Comí otro y otro. Celia seguía replicando “creo que no come mas por que nos tiene asco”. Yo no sabía que hacer, para demostrarle que de asco nada, seguía comiendo y bebiendo. Sólo recuerdo el empacho que cogí y lo mareado que estuve al día siguiente.

El santo Rosario.-Filiel es un pequeño pero precioso pueblo situado a 30 km al sur de Astorga, en la falda norte del Teleno, colocado en el centro de una mina romana. Posiblemente movieran allí más tierra que en las Médulas. Desde distintos lugares del Teleno se puede observar la inmensidad de la mina, con su laguna, su castro, sus canales, sus murias de cantos rodados, etc. No es tan espectacular como el mirador de Orellán por no haber dejado los famosos picachos que quedaron en las Médulas. Sin embargo, los romanos, sin pretenderlo, al allanar la montaña convirtieron en terrenos agrícolas lo que antes no eran más que peñascos. En la fotografía del satélite se puede ver a la perfección el tamaño de la mina, así como el corte de la montaña.
Pus bien en el pueblo citado, donde estuve de maestro dos años, me ocurrió la siguiente anécdota:
Ocurrió hace 40 años. En Filiel tocaban las campanas para todo: para sacar las ovejas, las cabras, las vacas, las terneras, etc. Naturalmente con toques distintos. Era domingo. En un lugar llamado Las Eras, la gente, menor de 30 años jugaba al fútbol. Entre ellos el cura y el maestro. Los dos llevábamos muy poco tiempo en el pueblo y no teníamos ni idea de los distintos toques de campana. El resto del vecindario paseaba por el citado lugar. De repente suenan las campanas. En dos minutos desapareció todo el mundo. Sólo quedamos el cura y yo, que no teníamos animales, sentados en unas piedras. Pasados 30 ó 40 minutos aparece la Sra Wenceslada, mujer de Lázaro, alcalde del Ayuntamiento, con las manos en la cabeza, en señal de preocupación. Se acerca a nosotros y dice: “! Pues sí que estamos bien, todo el pueblo rezando el rosario y el cura y el maestro aquí sentados!”


TORAL DE LOS VADOS: La bofetada de Miguel Ángel

Allá por los años 60/70 no estaba mal visto que, siempre que fuera menester, a los niños se les castigara con un tirón de orejas o con un pequeño coscorrón. ¿Quién no ha recibido algún castigo paterno? El niño se cuidaba muy bien de no contarlo en casa porque podía volver a cobrar . Nunca fui partidario del dicho “la letra con leña entra”, pero tampoco soy partidario de lo que, últimamente, está ocurriendo en las aulas. Los niños cometen todo tipo de dislates porque saben muy bien que no se les puede hacer nada o, a lo sumo mandarlos dos o tres días de vacaciones a su casa. A las aulas debe volver la autoridad perdida del maestro lo antes posible si queremos subir el nivel de la educación.
Recuerdo una bofetada que le di a un niño hace unos 35 años. A pesar de ella tengo la conciencia tranquila por haber utilizado el castigo muy pocas veces, casi nunca, diría yo.
Miguel Ángel, niño en los años 70 , posiblemente, ya sea abuelo,pues sus hijos ya fueron a mi clase hace bastantes años. Cierto día, mientras yo explicaba, paseando por el pasillo de la clase, él, cuando quedaba a mis espaldas, llevando el dedo pulgar a la punta de las narices y moviendo el resto de la mano, me hacía burla, con la consiguiente juerga de sus compañeros. No sabía Miguel Ángel que delante, en la pared, había un cuadro con un cristal que hacía de espejo. avisé ¡Alguien me está haciendo burla! La misma acción se repitió 3 ó 4 veces. Me puse nervioso y, en uno de mis paseos por la clase, le pillé la cara tan bien colocada; le solté una bofetada, que, con el vacío de la mano, sonó como una bomba. Todos los niños quedaron helados. En una semana, en clase, no se movió nadie. Creo que aquella bofetada le vino bien a Miguel Ángel, al resto de los niños y al propio maestro. Siempre me sentí apreciado por él y, cuando alguna vez nos encontramos, él me suelta una sonrisa y me recuerda en forma jocosa: “ D. Antonio, vaya hostiazo que me dio cuando era pequeño”.

TORAL DE LOS VADOS: El ojo de cristal

José Luís era un niño de Villadepalos, de una familia muy humilde. De niño, no sé por qué, perdió un ojo y se lo pusieron de cristal. El lóbulo ocular fue creciendo al mismo tiempo que lo hacía el niño, sin embargo el ojo de cristal no cambiaba de tamaño. Aunque de muy buenos sentimientos era un poco rebelde.
Ocurrió un día, hace mas de 25 años, sin recordar por qué, pero sí sé que fue al darle un pequeño coscorrón, el ojo de cristal salta de la cara y empieza a dar botes por el pasillo de la clase. José Luís, dueño del ojo, corre detrás de él, y detrás del niño corro yo. No tardó en cogerlo y colocarlo, con total precisión, en su sitio. La escena es casi cinematográfica e irrepetible.
Lo curioso es que el niño en ningún momento se vio preocupado, posiblemente le ocurriera alguna vez mas. El susto lo llevé yo que tardé una semana en recuperarme del relatado percance. No soy capaz de describir la cara de sorpresa que pusieron los niños, pues muchos no sabían que José Luís tenía un ojo de cristal.
Tengo que reconocer que, posiblemente, ese haya sido el momento más difícil de toda mi vida profesional.

TORAL DE LOS VADOS: una broma pesada

da Para mí, y supongo que para cualquier maestro, sería un fracaso que los niños entraran a clase con miedo. El miedo es el peor enemigo del aprendizaje. Mi mayor ilusión era mantener la clase con orden, disciplina y, sobre todo, que el niño disfrutara aprendiendo. No era nada fácil pero creo que lo conseguía en un tanto por ciento bastante alto, a base de contarles algunas anécdotas, que sabía que les gustaban, o de gastarles alguna broma, hablar mucho con ellos, conocer sus problemas y, sobre todo, corregirlos con mucho cariño.
Cierto día estaba explicando a los niños de 7º de EGB una lección de Ciencias Naturales en la que había que dar unas nociones sobre los Rayos X. Les decía yo que los rayos X servían para observar los huesos del cuerpo. Cuando había que observar el interior del estómago, como no era de hueso, había que tomar una papilla. Para ello, de los cementerios, se escogían los mejores huesos, se molían bien y con el polvo conseguido se hacía la papilla en cuestión. Los niños quedaron extrañados pero, casi todos, se lo creyeron. Naturalmente, al día siguiente, les expliqué la verdad de la broma gastada.
Lo curioso de la broma fue que cuando llegué a casa, suena el teléfono y la madre de una alumna me dice:” D.Antonio, yo tengo que ir mañana a la residencia para hacer unas pruebas del estómago. ¿Es verdad lo que les contó a los niños de la papilla que había que tomar para ver el estómago?
Me di cuenta que la broma había sido demasiado pesada. Tuve que pedirles perdón. Aprendí que hay bromas que no se pueden gastar.

TORAL DE LOS VADOS: Los astronautas

Ocurrió esta anécdota a mediados de los 80, con los niños de párvulos. Asi así se llamaba a los niños que no habían cumplido los 6 años. Exactamente no recuerdo quien era la maestra. Si recuerdo que llegó a mi clase, que estaba al lado, para pedirme que, dado que tenía que ausentarse, le vigilara los niños hasta su vuelta. El jaleo que montaron, al verse solos, fue indescriptible. No encontraba forma de tranquilizarlos. En un momento que quedaron calmados, les conté el siguiente cuento: “ Sabeis que están de moda los viajes al espacio y a la luna. El problema está en que hay pocos astronautas. Están buscando niños para, cuando sean mayores, hacerse astronautas, pero la condición mas necesaria es saber estar en silencio. D. Manuel, el director, va hacer una lista de los niños que estén más tiempo callados en clase. Al final de la clase, aquellos niños que menos hayan hablado, irán al despacho de D. Manuel para ser alistados”.
¡ Increible!, los niños pasaron más de media hora en un silencio casi total. Cuando regresó la maestra quedó sorprendida; la broma tenía su gracia.
El más sorprendido fue D. Manuel cuando vio su despacho invadido por los niños de párvulos. Naturalmente hizo la lista.

TORAL DE LOS VADOS: La caída

Sucedió en el curso 74/75. La mesa del profesor era de madera, fuerte y con tres cajones; cerrada por la parte delantera y con una fuerte barra por la parte trasera. Todavía, en algunas aulas, permanecen casi intactas este tipo de mesas. Las de ahora son mucho más modernas pero con una vida bastante limitada. El sillón del profesor también era de madera con unas patas metálicas, bastante fuerte, pero que había, de vez en cuando, que apretarle los tornillos. Detrás de la mesa estaba colocado el armario, fuerte, todo de madera y cerrado por todas partes. Las mesas bipersonales de los niños eran muy malas, de madera pero con unas patas y un armazón de hierro muy débil. Las sillas eran un tanto brutas, pero muy buenas; era muy difícil estropearlas.
Cierto día, mientras los niños, en completo silencio, hacían unos ejercicios de matemáticas yo, como de costumbre, me balanceaba en el asiento, haciendo fuerza con los pies y la espalda en la barra de la mesa y el respaldo de la silla. De repente, con gran estruendo, se rompe la silla y yo, en forma de V, quedé empotrado entre la mesa y el armario. El silencio se rompe con una carcajada, lógica, de los alumnos. Yo no podía salir de aquella trampa y fueron los niños los que tuvieron que rescatarme.
Cambié de asiento, pero la costumbre del balaceo no conseguía quitármela. Cuando lo hacía los niños callaban; de reojo miraban, esperando que la escena volviera a repetirse. Yo también me hubiera reído.

TORAL DE LOS VADOS: El cariño de Dª Mª Luisa Ucieda

Fue Dª Mª Luisa una maestra única, preparada en casi todo, maestra de maestros. Creo que ella nos contagió su actividad constante en clase y a no caer nunca en el desánimo. Decía que la palabra aburrimiento era de tontos. Me decía que cada vez que una niña le decía estar aburrida, le daban unas ganas enormes de darle una bofetada. Era la primera que llegaba y la última que marchaba. Su clase no terminaba a las cinco, lo hacía cuando las niñas terminaban sus trabajos. Recuerdo que muchos días de invierno cuando llegábamos a la escuela, así se llamaba antes, íbamos a calentarnos a su estufa puesto que ya la tenía encendida. Durante los recreos nos reuníamos en su clase para comer las castañas, cuando las había, que ella nos asaba en su estufa. Imprimió carácter a toda una generación de chicas. Su enseñanza era casi completa. Sus pretecnológicas eran unos bordados de exposición. Si recogiéramos una muestra de escritura de todas las mujeres de Toral, acertaríamos casi al cien por cien con aquellas que fueran sus alumnas. La perfección de su escritura las delataría. No sé cómo lo hacía, pero todas escribían con una caligrafía casi perfecta y sin faltas de ortografía. Era bondadosa y exigente, como una buena madre; era normal ver a las niñas castigadas de rodillas. Creo que su mesa no necesitaba asiento, nunca la vi sentada. No creo que haya un colegio que lleve un nombre tan merecido y acertado como el “Colegio Mª Luisa Ucieda Gavilanes” de Toral de los Vados.
Mi anécdota con ella es la máxima expresión de cariño que Dª Mª Luisa siempre me tuvo. Sabía ella muy bien lo poco que ganábamos los maestros. Exactamente en el año 1971 yo ganaba 54 euros, 9000 pta. al mes. También sabía que, recién casado y con dos hijos pequeños, mi cartera no andaba nada boyante. Todos los viernes, aprovechando que no la viera ningún compañero, se acercaba a mi clase y me entregaba, en una bolsa de plástico, un buen solomillo o una espléndida merluza, y me decía: “ Para Toñín y Mª Jesús”. Yo le daba un beso en señal de gratitud. Nunca olvidaré aquellos detalles tan generosos de Dª Mª Luisa Ucieda Gavilanes.


ENTREVISTA CON AF2


ANTONIO SERNÁNDEZ LOPEZ: “El maestro”
“La escuela estaba situada encima de una cuadra de ovejas, al principio el olor era insoportable, luego un perfume”.

Antonio Sernández López es “El maestro”, es “Mi maestro” y el maestro de tantos y tantos alumnos.
Don Antonio “El Esquemático”, es así como le llamábamos y le llamo, fue enviado desde Carracedo por el buen rey Bermudo II “El Gotoso”, para luchar contra la pequeña tribu de los “Analfabetos” que se estaba haciendo fuerte en el colegio de Toral.
Llegó para tal fin a las riendas de un carruaje gris (SEAT 600), acompañado de la fuerza de la física y las reacciones de la química, sus armas eran las { }, (llaves), (Pi), y el caballero de la armadura R2 , etc.
Ahora, después de tantos años de batallas, de guerras y con la victoria asegurada, nos va dejar para retirarse a su palacete entre manzanos en su pueblo natal Carracedo.

Antonio Fernández Fernández: ¿Docente, maestro, profesor, guía u orientador?
Antonio: Por imperativo de la ley, empecé siendo maestro, luego fui profesor y, afortunadamente, terminé siendo maestro.
Af2: ¿Cuántos años llevas con tu guerra aquí en Toral?¿Viniste en el año de los “125 voltios” de potencia de luz y te vas a ir en los “1Mbit” de velocidad adsl?
Antonio: Empecé el 01/09/69; son pues 38 años los que estuve trabajando en Toral, trabajo que desempeñé muy gustoso, por todas las atenciones recibidas. Creo haber dejado bastantes más amigos que enemigos.
Af2: ¿Cómo era el colegio y cómo éramos los alumnos, educacionalmente hablando?
Antonio: Como edificio en aquellos tiempos era muy bueno, en la actualidad sería muy deficiente. Los niños nacen todos buenos, somos los mayores los que nos encargamos de desviarlos hacia el bien o hacia el mal. Yo recuerdo al niño de los años 60 como un niño con buena disposición y con ganas de aprender. Se notaba perfectamente, lo mismo que ahora, la mano paterna.
Af2:¿Qué recuerdos tienes de tus inicios?
Antonio: Fueron en Benuza, en el año 63, los recuerdo con mucho agrado, 21 alumnos, algunos de 18 años, yo tenía 20, la escuela estaba situada encima de una cuadra de ovejas, al principio el olor era insoportable, luego un perfume.
Af2: Antes el Santo de los profesores era San Severo, ¿ahora cuál es?
Antonio: San Permisivo. Yo procuré, que durante toda mi vida profesional, en mis clases dominara una disciplina normal, para conseguirlo los críos no tenían tiempos muertos, el trabajo continuo hacía que en clase existiera una buena armonía y reinara un buen comportamiento.
AF2: ¿Ha dado fruto tu trabajo o seguimos “apoula”? ¿A quién destacarías?
Antonio: Pienso que sí, ya que de mis clases han salido más de 60 carreras. En mis ficheros particulares aparece un listado de todas ellas. No me atrevo a destacar a nadie, pero los ha habido muy buenos, verdaderos números uno.
Af2:¿Qué diferencias hay entre los alumnos de tus inicios a los de la actualidad?
Antonio: el niño de los 60 era un alumno trabajador, ya que tenía que alternar las tareas de estudiante con las propias de casa, las niñas ayudaban a sus madres y los niños lo hacían con sus padres. A los niños de ahora les cuesta ponerse a trabajar ya que tienen otros entretenimientos, la ayuda en las tareas caseras ha desaparecido casi totalmente.
Af2: Vocacionalmente hablando, ¿Qué profesorado estaba más implicado? ¿El de antes o el de ahora?
Antonio: Yo, toda mi vida fui un maestro por vocación, siendo niño quería ser como mi maestro, D. Santiago. Supongo que al resto del profesorado le pasaría lo mismo, salvo pequeñas excepciones, la mayoría de los maestros que he conocido han sido y son unos grandes profesionales, deduzco pues que son maestros por vocación , por ello puedo afirmar que el buen maestro estaba igual de implicado antes que ahora.
Af2: El dicho “pasar más hambre que un maestro de escuela ", tú no lo has vivido, pero seguro que habrás pasado otras necesidades.
Antonio: Sí que lo he vivido, solamente puedo decir que en Benuza ganaba 1.200 ptas al mes y la patrona me cobraba 1.300, para poder pagar, los ratos libres, iba de pastor con Alfredo, el hijo de la patrona.
Af2: ¿El nuevo mapa de las autonomías, ha afectado a los colegios?

Antonio: Aunque los ha hecho mucho más burocráticos, pienso que no, los colegios, aún dependiendo económicamente de las autonomías, funcionan con arreglo a unos ideales que no tienen nada que ver con la autonomía correspondiente. Al menos esto, creo yo, es lo que ocurre en mi autonomía, en la que siempre he trabajado.
Af2: Antes era el maestro quien castigaba físicamente a los niños, y ahora son los niños los que le zumban la pandereta a los maestros.¡Cómo ha cambiado el cuento
Antonio: Estoy seguro que el maestro nunca castigó físicamente a los niños, simplemente corregía como lo hacían nuestros propios padres. Los niños de ahora, salvo raros casos, tratan bien a sus maestros, si estos les muestran cariño, sabiduría y bondad. El problema radica en que muchas veces los padres no entienden la situación del profesor y reaccionan de una manera poco normal.
AF2: La presencia de alumnos extranjeros en las aulas españolas se ha multiplicado por diez en el último decenio hasta rozar el medio millón (447.165), según el último informe del Centro de Investigación y Documentación Educativa (CIDE). Esta cifra supone el 6,46% respecto a un total de 6.937.177 alumnos ¿Cuántos alumnos hay en este colegio, de qué país son la mayoría y cómo llevan su integración?

Antonio: En el colegio de Toral ,el curso pasado, si mal no recuerdo, hubo unos 10 extranjeros procedentes de África, Rumanía y Brasil. Su integración fue perfecta en todos los aspectos.
Af2: En relación a los padres ¿Somos ahora más permisivos?
Antonio: Posiblemente muy preocupados al principio para luego, a medida que se hacen mayores, ser más permisivos y menos preocupados.

Af2:¿Te atreverías hacer tu “11” de alumnos (en matemáticas, en física, etc), como si se tratase de equipo de fútbol, con su cuerpo técnico incluido(profesores) y como el Presidente?
Antonio: Con la mayoría de mis alumnos, salvo pequeñas excepciones, podría formar 200 equipos con los, aproximadamente, 2200 alumnos que he tenido en Toral. Naturalmente que podría formar un equipo con 11 alumnos fuera de serie, pero no sería ético nominarlos.
Af2:¿Los sistemas educativos actuales enseñan a aprender?
Antonio: Seguro que sí. No conozco ningún sistema educativo que no pretenda enseñar. Para mí el mejor sistema de enseñanza fue el “Plan Palasí”, de 1.973, con la EGB y el BUP.
Af2: ¿En qué vas a ocupar tu tiempo cuando engroses las listas de los jubilados?
Antonio: Atender a la familia, cuidar mis árboles, conservar y aumentar “mi museo” agrícola, que tengo en los patios de mi casa en Carracedo del Monasterio. Están todos invitados, vale la pena.

Af2: Vamos a ir acabando, cuéntame el hecho más gracioso acontecido.
Antonio: Podría escribir un libro con el montón de anécdotas que me ocurrieron a lo largo de mi vida profesional, una muy curiosa es la del Santo Rosario: ocurrió hace 40 años, cuando estaba de maestro en Filiel, pueblecito cerca de Astorga. Tocaban las campanas para todo: para sacar las ovejas, las cabras, las vacas, los terneros, etc. naturalmente con toques distintos. Era domingo, en un lugar llamado Las Eras, la gente, menor de 30 años, jugaba al fútbol, entre ellos estaba el cura y el maestro, los dos llevábamos poco tiempo en el pueblo y no teníamos ni idea de los distintos toques de campana, el resto del vecindario paseaba por el citado lugar. De repente suenan las campanas, en dos minutos desapareció todo el mundo, sólo quedamos el cura y yo, que no teníamos animales, sentados en unas piedras. Pasados 30 ó 40 minutos aparece la Sra Wenceslada, mujer del alcalde, con las manos en la cabeza, en señal de preocupación, se acerca a nosotros y dice:” Pues si que estamos bien, todo el pueblo rezando el Rosario y el cura y el maestro aquí sentados”.
Af2: Ésta ya es la última, dedícales tu última lección a tus alumnos.
Antonio: Los maestros somos como los padres, éstos, queriéndonos muchísimo, algunas veces nos hacen sufrir, lo mismo hacemos los maestros. Pido a todos mis alumnos que de su maestro se acuerden sólo de las cosas buenas, ya que nunca quiso para ellos cosas malas.
Af2: Por mi parte esto está hecho, Don Antonio, solo me acordaré de las buenas, por que de las malas no me acuerdo, muchas gracias.


A MI ABUELA CONCHA CON TODO EL CARIÑO
Mi primer día de escuela


Recuerdo que corría el año 1947. Tenía yo cinco años. No recuerdo ni el mes ni el día que, por primera vez, yo iba a la escuela de la Colonia. Era un día soleado y mi abuela Concha me había preparado un desayuno especial: un huevo frito con la correspondiente tostada de pan y una taza de “café” que ella preparaba tostando, en una sartén, cebada que luego molía con un rodillo de madera.
Mientras desayunaba observaba que, repartidas por el huevo y la tostada, había unas pequeñas partículas negras que a mi se me antojaban hormigas.
¡ Abuela ¡! Este huevo tiene hormigas.
¡ No ¡ Respondió la abuela. Son trocitos de pan quemado que quedaron en el aceite después de usarlo muchas veces, me explicaba la abuela Concha. Su visión ya no era muy clara y, la pobre, no tenía dinero para comprar unas gafas.
Para conducirme a la escuela, por primera vez, vinieron a buscarme Toño, el hijo de Mariángela, y Pepe, el hijo de José el Arión.
La escena, después de 60 años, no se ha borrado de mi cabeza. Serían las nueve y media de la mañana cuando llegaron Toño y Pepe.
Toño, mirando a mi desayuno, exclama:
¡ Toñín ¡ Estás comiendo hormigas.
¡ ABUELAAAAA! Ves como son hormigas.
No recuerdo la reación de la abuela pero estoy seguro, que para ella no eran hormigas. Yo, por imperativo de la abuela, terminé el desayuno.
La escuela estaba y sigue estando, en la Colonia. El maestro se llamaba D. Ángel. Al llegar a la escuela, el maestro, me tocó la cabeza y me sentó en un banco largo, pegado a una mesa también larga, junto a otros niños que no recuerdo quienes eran.
Encima de otra mesa había un montón de libros viejos y deshojados. En ella rebuscó D. Ángel y me trajo media hoja en la que estaban escritas las cinco vocales, repartidas en cuatro o cinco líneas. En la primera línea estaban las cinco vocales seguidas. En las otras las vocales estaban salteadas. Con el tiempo supe que era la mitad de una hoja de la primera cartilla “ Rayas” de Álvarez.
Llegué a la escuela todo contento e ilusionado con mi material de trabajo, consistente en una pizarra, formada por un trozo de baldosa enmarcada en unas tablillas de madera, y un pizarrín, que mi padre me había hecho afilando un trozo de baldosa. El maestro me escribió en la pizarra los diez números que yo copié, creo que muy mal, tres o cuatro veces.
La escuela, como la mayoría de las casas, no tenía servicios. Cuando el maestro nos mandó al recreo, todos salieron a correr. Yo el último. El servicio era la pared de la capilla de San Isidro. La pobre estaba casi perforada de recibir tanta delicia.
No recuedo nada de lo que ocurrió después del recreo. Tampoco recuerdo mi regreso a casa.